lunes, 25 de mayo de 2015

22 de Abril de 2015. Charla en el C.P. Campo de la Cruz de Ponferrada y firma de ejemplares en la feria del libro de Ponferrada


Mi infancia transcurrió en Ponferrada y tengo tantos recuerdos que, cuando sueño, muchas veces sueño que sigo en Ponfe como si nunca me hubiese ido de allí. De hecho, mi vida ha transcurrido con normalidad en ese otro mundo paralelo imaginario, que es El Plantío, en un recodo de mi mente.
Estudié toda la EGB en el Colegio Campo de la Cruz y me acuerdo de todos los profesores y de casi todos los alumnos.
Cuando entré y caminé por el patio y por los pasillos y aulas, no lo voy a negar, se me hizo un nudo en la garganta; pero cuando Trini, una de las profesoras, me mostró el aula donde iba a hacer la presentación, casi me meo, me cago y me hecho a llorar; había un enorme tablón de anuncios cubierto todo él con ilustraciones de mi personaje Miranda Roblenuevo.

Según lo vi no me dí cuenta, pero cuando comprendí que eran los dibujos de mi hermano Pablo coloreados por los propios chavales, supe que las iba a pasar muy canutas esa mañana para no echar unas lágrimas. De hecho, sin que Trini se percatase, saqué el moquero y fingí una inexistente alergia.
Si ya la cosa estaba emocionante, cuando entraron, los chavales se abalanzaron con libros de Miranda Roblenuevo para que se los firmase. Los profes les tuvieron que contener y emplazarles para la firma al finalizar la presentación, durante el recreo.
Sobre la presentación en sí, pues más o menos como siempre, solté mi rollete con las diapositivas y los guajes me frieron a preguntas sobre todo lo habido y por haber. Mientras hablaba no podía evitar recordar que en aquellas mismas mesas había estado sentado yo, cuando era como ellos, con las mismas inquietudes, anhelos, sueños, preguntas y seguramente ya imaginándome las historias que ahora escribo.
Gracias Ana, Trini, Domingo, Neira y todos los demás profesores del Campo de la Cruz por hacerme revivir mi infancia.


Ya por la tarde, en la feria del libro, todavía se acercaron algunos niños del Campo de la Cruz a que les firmase El Hacedor de Favores. 

¿Merece la pena escribir un libro? Con que sólo un chaval lo lea, ya merece la pena, así que yo me puedo dar, con creces, por enteramente satisfecho.





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